Al final, hemos tardado menos de 24 horas en averiguar que el gran secreto de este maravilloso invento que Zeppelin se ha sacado de la manga, no era si no el acertijo que planteaba sin decirlo en su título. Realmente, el programa no se llamaba GH: El reencuentro. Algo se les cayó por el camino o lo ocultaron adrede para darnos una grata (según se mire) sorpresa. Porque el título real de la película era GH: el reencuentro entre la india y el delfín.
Básicamente, en estas pocas horas, estamos asistiendo sin ningún tipo de tapujo o disimulo, a un Sálvame de Luxe ininterrumpido de diez días de duración en el que, para disfrute de carpeteras y consumidoras de rancias novelas rosa, podremos contemplar como la singular parejita, se despedaza, se amiga, se soba, mima y folla, sin que el resto de comensales invitados a la mesa, pase de ser en su gran mayoría, un grupo de figurantes que apenas pueden llegar a ser vistos si no le echan un par y se salen del guión establecido. Y por cierto, los secundarios son perfectamente conscientes de esta situación y la asumen con una cierta resignación y sorna (tienen, por ejemplo, la intención de pedir a la dirección, que meta en la casa a Tatiana, Nagore o Carol, si la parejita acaba consumando… cosa que según Piero, ya han hecho).
Y realmente, he de decir que esto no me disgusta. Es más, ayer tarde, en la sobredosis de 24 horas que me pude dar (mucho menor de lo que me hubiese gustado), disfruté como un pardillo viendo como la cámara perseguía de forma compulsiva a la feliz pareja en todas y cada una de sus acciones. Ella, le miraba rendida, con ojos y mohínes de gatita mimosa en celo y él, que siempre piensa con la polla (no lo vamos a descubrir ahora), se dejaba querer, notándoselo ansioso por agradar a la chiquilla, imaginando seguramente como su polla asaltaba las puertas del ardiente templo de la virtud y el pecado, sin encontrar ninguna resistencia.
El círculo perfecto se completaba viendo los mensajes que aparecían en la parte inferior de la pantalla, en el que las fervientes adoradoras de la salerosa dama (su Indi… me parto cuando la llaman así, con esa mezcla de sentimiento de protección y adoración hacia su heroína de comic), volvían al redil y aceptaban nuevamente al que hasta hacía menos de un día había sido el anticristo de la polla gorda (para los del polla-count, ya llevo dos, creo…bueno tres… o cuatro).
Uno de los mejores fue el que decía algo así como “Que les dejen los envidiosos que olviden el rencor y sean felices”.
Vamos… el descojone padre. Yo de hecho, fui a mear y no sólo no eché ni una gota. Es que ni siquiera pude encontrármela.
Así que, fue realmente curioso, ver el maravilloso resumen de ayer (en el que la parejita se apuñalaba sin esperanza de firmar armisticio alguno), justo después de contemplar como retomaban su hermosa historia de pasión incontrolable y ansiosa. Es curioso cómo pueden cambiar las cosas en unas pocas horas, cuando la gana de joder aprieta y el dinero se acerca llamando a la puerta.
Por otra parte, en los secundarios también hay grados. Desde los casi invisibles, apáticos (y hasta antipáticos) Desi y Nacho (que parece que han venido a cobrar sin despeinarse demasiado… al menos de momento, porque a ella la veo con el cuchillo preparado para rebanarle el cuello y ajustar antiguas cuentas y despechos eternos), hasta los “narradores” (cronistas infiltrados) que forman la pareja Piero y Melania que, aislados del resto siempre que pueden, se dedican a analizar de forma minuciosa al resto de sus compañeros (ella, por cierto, sigue a ratos tan insoportable e intragable como solía ser a “media jornada”).
Y por allí pululan Raquel y Noemí, a punto de hacer las paces (y quizás de protagonizar algún “remember”…. Yo si fuese el marido de la catalana, estaría ya agrandando los marcos de las puertas), Ainhoa (siempre un encanto, siempre divertida y cercana), mi maravillosa legionaria (con su ternura y zafiedad intactas) y un Nico que siempre me ha encantado (los italianos son mi debilidad… me cae de puta madre hasta Don Silvio), tratando de llevarse una porción del pastel y lograr su cuota de protagonismo.
Y junto a ellos, el inefable, insoportable, pedante, insufrible e imprescindible Nicky (cómo pudo alguien no querer a este tipejo dentro de la casa otra vez… las personas que se lamentaron de su vuelta, como dice el chiste de los que son del Betis y de Curro Romero, ¿cuándo disfrutan?), conocedor de lo que es esto y consciente de que su única oportunidad de brillar es convertirse en el alter ego de la parejita, desquiciando por completo al menos a uno de ellos. Y lleva buen camino (es un profesional capaz de hacer que Ghandi empuñase un rifle de asalto para reventarle a tiros la puta cabeza), porque ayer noche, Arturo ya lo miraba en silencio con ganas de arrancarle las tripas y hacerse un collar con ellas (sin mencionar la gloriosa perla que le soltó el vasco al del “gijonenco” cuando este mencionó que le gustaría tener un hijo propio. “¿Tanto ha avanzado la tecnología?”, le dijo sin despeinarse).
En conclusión, que yo este fin de semana, me voy a meter 24 horas en vena hasta que me duelan los ojos, porque esta fiesta no me la quiero perder ni jarto de vino y grifa.
Y por favor, que no se acabe el festín dentro de 9 días.
A ser posible, que dure tres años y que vayan metiendo a gente de reemplazo.