Antes de empezar a desbarrar y dejarme llevar por este emoción intensa y brutal que me domina, quisiera tratar de emborronar con unos trazos (gruesos, no puedo definir lo indefinible), ese encuentro entre Desi (mi Desi) y Nacho. Esa conversación a media voz, esa bendita escena de reencuentro de una pareja que quizás nunca fue tal, ese poso de rencor que se notaba en las palabras de ella, ese intento de apagar el tenso silencio por parte de él, la búsqueda quizás de un perdón temporal, tal vez de una pequeña tregua que impidiese el resurgir de viejos reproches. Una película triste, desgarradora casi, que me cortó la respiración por momentos. Un pequeño pedazo de vida, cruel y hermosa. Seguramente, la escena más bella, sincera y brutal que jamás me ha regalado este (bendito, esta vez mucho más que eso) programa. Un viejo matrimonio roto que se encuentra pasados unos años, volviendo al viejo hotel en el que por primera vez hicieron el amor (sí, sé que sueno más cursi que nunca, pero me importa tres cojones) y ahora sólo encuentran tristes rescoldos de ilusiones rotas.
Sí, ya sé que buscaba caspa. Pero de momento, sólo he encontrado una nostalgia que me parte el alma y el viaje (en el que no logro adivinar el final, aunque espero que sea muy muy lejano) hacia un sueño que jamás pensé que pudiese llegar a hacerse real.
Y sinceramente, si la caspa llega, bienvenida sea, pero de momento, no me hace ni puta falta.
”Te has enamorado, Palpatine”… qué razón tienes, puta cabrona…
Más bien me he vuelto a enamorar. De la magia, de esa vida en la ventana. De esos momentos robados que todos ellos me regalan a cambio de casi nada. En definitiva (y a pesar de haber vivido cada una de las ediciones como si fuese la mejor de todas), de ese puto prodigio, al que aludo siempre, de forma cansina, cada vez que algo me vuelve del revés y me pone patas arriba. Y esta vez, más que nunca, me siento como un niño con zapatos nuevos, flotando en una puta nube. Y sólo pido (suplico) que no me bajen de ella dentro de diez días, que me dejen disfrutar esta fiesta todo el tiempo que sea posible, pase lo que pase.
Ahora mismo, ya ni siquiera echo de menos a alguno de los que no están. Dejé de hacerlo en el momento en el que, de forma totalmente inesperada, mi Piero y mi Melania (más viejos, pero igual de hermosos), rozaron sus cuerpos otra vez en esa casa, después de tantos años, y las chispas que saltaron, consiguieron hacerme olvidar el paso del tiempo, mientras imaginaba la humedad asaltando sin previo aviso los muslos de ella, recordando a Valentino Rossi y los besos más reales e intensos que he visto dentro de las paredes de esa casa.
Luego llegó el reencuentro de la falsedad y la brutal y cruda verdad sin tapujos, en ese confesionario casi en silencio, en el que Noemí y Raquel daban forma a un vacío que se podía cortar con una navaja que buscaba volver a hacer brotar la sangre de viejas heridas. Más tarde entró Nico, a la espera de ajustar (supuestas) cuentas con un pasado (que tardó en llegar), en forma de una Ainhoa vieja y ajada, casi sin chispa, como una cruel sombra de la guerrera que un día fue. Sólo que ese pasado no era el que realmente importaba en esa historia, si no el que supuso la vuelta a Guadalix de la “supuesta” Fresita, que llegó cual dolida ex esposa (ejerciendo de Señora Nuria), sin darse cuenta (o dándosela perfectamente), de que apenas nada parecía haber cambiado a pesar del paso de los años.
Luego vino el mismo afectado Nicky de siempre, la misma adorable Bea (eterna y deliciosa choni, sin posibilidad alguna de cambio) y un Arturo cercano e inmenso, que en dos minutos borró de un plumazo a una india muerta y vio como casi todas las hembras calientes y cachondas de la casa, revoloteaban a su vera, como animales en celo al olor de la polla más mítica que ha pisado y follado en Guadalix.
Momentos para recordar… cientos en sólo unas escasas horas, pero por ahora me quedo con Nico, preguntándole a la india qué quién era (supongo que para joderla, porque del de Irún lo sabía todo y hasta se quejó de que no hubiese preparado un calimocho) y abrazándose a Arturo a la mínima oportunidad posible. Y también con la posibilidad de que el hombre de la vida de Juana de Arco, sea el inefable Nicky (aka Ana Belén, para los amigos). Lo cual, no sé cómo le sentaría a su amada Milá, dicho sea de paso.
Pero ahora mismo, voy a dejar la mala baba para otro día, porque me siento demasiado feliz e ilusionado, como para permitir que ciertas cosas me jodan la fiesta.
De momento, sólo quiero disfrutar de este sueño, bebérmelo a borbotones y no perderme ni una sola gota. Porque para un puto friki como yo, esto es como haber llegado al paraíso. Y después de tanto tiempo llamando a las puertas del cielo, bueno es que me dejen entrar aunque sea sólo una jodida vez y aunque sea de visita.